A veces la relación llega a un punto en que ninguna de las partes se siente cómoda y se plantea el divorcio de mutuo acuerdo en Noia como alternativa para evitar la vorágine emocional y económica que suelen acompañar a las rupturas. Conozco a gente que se ha pasado meses enfrascada en discusiones interminables, con amenazas y acusaciones cruzadas, hasta que descubrieron la posibilidad de una vía más amable: la mediación. Lo interesante de esta fórmula es que, en lugar de acudir directamente a un tribunal con la espada en alto, las parejas deciden sentarse y hablar con un mediador neutral, cuyo rol consiste en guiar la conversación, procurando que cada uno exprese sus motivos, sus anhelos y sus temores. De esta manera, se intenta alcanzar un acuerdo que sea justo y que no deje a nadie con la sensación de haber perdido la partida.
Un gran ejemplo lo viví con unos amigos que, tras muchos meses de gritos y portazos, se dieron cuenta de que la cosa se estaba saliendo de madre y que la única afectada de verdad era la hija pequeña, que no entendía por qué sus padres estaban todo el día a la gresca. El padre, cansado de esa atmósfera, se propuso buscar asesoría legal, y allí fue cuando descubrió que los bufetes especializados en rupturas amistosas insistían en el poder de la mediación. Básicamente, esto significa que, en lugar de pelear por cada objeto y cada euro, la pareja se pone de acuerdo —con la ayuda de un profesional— para dividir los bienes, el tiempo de custodia de los hijos y las responsabilidades económicas de una manera sensata. Curiosamente, al final se dieron cuenta de que no eran tan diferentes a la hora de priorizar el bienestar de su hija, así que firmar un convenio regulador les resultó mucho más fácil de lo que hubieran imaginado al principio.
La asesoría de un abogado con experiencia se vuelve fundamental para dejar todos los flecos legales bien atados. No es raro que, en un arrebato de buena voluntad, alguien acepte ciertas condiciones sin calibrar correctamente las consecuencias. Un letrado imparcial ayuda a traducir en términos jurídicos todos esos acuerdos a los que se va llegando, de manera que, al oficializarlo ante un juez, nadie se quede con la duda de si está perdiendo derechos o cargando con responsabilidades que no le corresponden. Además, cuando hay hijos de por medio, conviene que el documento final sea clarísimo: de nada sirve evitar los conflictos ahora para que resurjan a los pocos meses debido a ambigüedades en la custodia o en las pensiones alimenticias. Es un poco como redactar un manual de convivencia, pero con la garantía de que el Estado lo respalda.
La parte emocional no se resuelve únicamente en el terreno legal, obviamente. Algunos optan por acudir a terapia de pareja, incluso cuando ya han tomado la decisión de separarse, porque les sirve para digerir de manera más llevadera el fin de la convivencia y para aprender nuevas formas de comunicación que eviten que la ruptura se convierta en un melodrama sin fin. De hecho, es bastante frecuente que, una vez separado el estrés de la vida conjunta, los ánimos se calmen y la relación adquiera un matiz de cooperación. Un divorcio amistoso no significa volver a ser los mejores amigos, pero sí coordinarse, sobre todo si existen menores que dependen de ambos. Así, se decide de forma racional cuándo pasará el niño un fin de semana con uno o con otro, de qué manera se repartirán los gastos de educación y cómo lidiar con las emergencias médicas.
También existe la parte burocrática: rellenar formularios, acreditar la propiedad de viviendas y vehículos, o presentar un inventario de bienes comunes. Para muchos, esta es la parte más tediosa, pero si se aborda con serenidad y la asesoría adecuada, no tiene por qué convertirse en un caos. Ese inventario será la base para un reparto equitativo, y ahí es donde se ve la importancia de que ambos reconozcan la realidad patrimonial sin ocultar nada. Conozco a quien se enzarzó en una pelea interminable porque uno de los dos había mantenido en secreto la propiedad de un coche clásico que compró antes del matrimonio, y tuvieron que demostrar con documentos la fecha exacta de la adquisición para definir si formaba parte de lo común o no. Una verdadera pesadilla que, con un poco de honestidad inicial, se habría resuelto en un santiamén.
Las prestaciones tras el divorcio también requieren atención, pues algunas personas creen que se mantiene el derecho a la asistencia sanitaria por parte de la otra o que pueden seguir figurando como beneficiarios de ciertas coberturas, cuando la realidad cambia bastante una vez que el matrimonio se disuelve. De igual modo, si una de las partes ha dependido financieramente de la otra durante años, se plantean las pensiones compensatorias, destinadas a evitar que esa persona se quede sin sustento de la noche a la mañana. Esto no quiere decir que haya que mantener a la expareja indefinidamente, pero sí evitar que el divorcio sea un golpe mortal para quien ha dejado el mercado laboral o ha sacrificado su carrera para dedicarse a la familia.
En cuanto a los hijos, el punto clave es que no se sientan en medio de un fuego cruzado. No hay nada más perjudicial para un menor que verse obligado a tomar partido, como si la lealtad a uno de los progenitores excluyera automáticamente al otro. Por eso, los expertos recomiendan ser muy cautelosos a la hora de hablar delante de los niños y evitar comentarios despectivos o culpabilizadores. Los buenos abogados y mediadores saben que la prioridad en un divorcio amistoso es que los pequeños sufran lo mínimo, manteniendo, dentro de lo posible, una estabilidad emocional y de rutinas. El régimen de visitas, la patria potestad y la custodia compartida se convierten en elementos a discutir con sumo cuidado para que, al final, cada detalle quede reflejado y no dé lugar a interpretaciones confusas.
Me entusiasma ver que cada vez más gente opta por un enfoque sereno, centrado en el diálogo y la empatía, cuando llega la hora de separarse. Se acabó aquello de los tribunales llenos de reproches y acusaciones infundadas. Si se hace con cabeza, el divorcio puede ser un paso hacia una vida mejor, liberando la tensión y el resentimiento para no arrastrar fantasmas durante años. No es que sea un camino de rosas, pero contar con mediadores imparciales, abogados competentes y un ánimo dispuesto a pactar marca la diferencia. Quienes han pasado por esta experiencia y logran cerrar el capítulo sin grandes heridas cuentan luego con la satisfacción de haber puesto la sensatez por delante, ganando tiempo, dinero y, sobre todo, paz mental.