Los equivalentes sintéticos de materiales naturales arrastran una cierta mala fama, siendo juzgados como menos durables y de peor calidad. En sectores como la construcción o el interiorismo, sin embargo, la reputación de la piedra artificial ha ganado enteros durante la última década, sin duda gracias a la fidelidad de sus diseños, un mantenimiento más fácil y su creciente sostenibilidad.
A simple vista, las baldosas, aplacados u ornamentos de piedra sintética son fácilmente confundibles con la natural. ¿En qué se diferencian unas y otras?
Por un lado, la piedra artificial se desarrolla a partir de cementos, arenas, minerales triturados y pigmentos colorantes, componentes que varían dependiendo del producto en cuestión. Su calidad es idéntica a la de la piedra natural, al igual que la durabilidad, pues carecen de fecha de caducidad.
No obstante, la piedra artificial aventaja a la natural en su mantenimiento simple, resultado de una baja o nula porosidad que impide que las humedades de salpicaduras y manchas se adhieran y degraden su superficie.
Al igual que muchas piedras de origen natural, las sintéticas presenta una capacidad aislante del ruido y la temperatura que resulta útil en viviendas y edificios. La eficiencia energética es un valor añadido para el hogar, no sólo en términos de confort térmico, sino también de reducción de la huella de carbono.
Por su parte, la piedra natural se compone de minerales esenciales formados naturalmente en la corteza terrestre. La roca granítica, por ejemplo, está constituida por feldespato, mica y cuarzo; el mármol, por diversos tipos de calizas.
La resistencia a la abrasión de este material supera a las piedras artificiales, que experimentan un deterioro cuando son expuestas a las altas temperaturas. No obstante, el precio asequible de las baldosas y aplacados sintéticos contrasta con el coste de la piedra natural, que requiere un presupuesto más holgado.